Adam Sandler x Jim Carrey + la paradoja del payaso triste
Dos carreras de Hollywood que son el vivo ejemplo de la capacidad que todos tenemos para reinventarnos
La paradoja del Payaso Triste se refiere a la asociación entre la comedia y condiciones mentales como la depresión y la ansiedad.
El término se acuñó a partir de las investigaciones de Samuel Janus y, más tarde, Seymour y Rhoda Fisher. Sus estudios revelaban que los comediantes recurrían al humor para buscar la aceptación de las personas, un comportamiento frecuentemente derivado de una baja autoestima. Además, que la habilidad para hacer observaciones agudas de la realidad está relacionada con la necesidad de revelar el absurdo de la vida para tratar de darle sentido a la propia.
Mientras leía acerca de este concepto me acordaba de una canción que sonaba mucho en mi entorno cuando era niño. Cuenta la historia de un payaso que era muy exitoso en su profesión, pero vivía amargado detrás de su maquillaje porque lo que realmente quería era que lo tomaran en serio.
Recuerdo perfecto lo que sentí la primera vez que vi Punch Drunk Love (2002). No sabía quién era Paul Thomas Anderson. No entendía muy bien lo que estaba sucediendo en la pantalla. Lo que recuerdo es una mezcla de incredulidad y fascinación por lo que estaba viendo hacer a Adam Sandler.
Yo crecí con aquellas comedias desbordadas y absurdas como Happy Gilmore (1996) y The Wedding Singer (1998). En esas películas, como en tantas otras que vinieron después de Punch Drunk Love, Sandler interpreta a diferentes encarnaciones de lo que parece ser un mismo personaje. Ese tipo medio gruñón, renuente, con un distintivo humor pasivo-agresivo, cuya misión es demostrar que tiene un buen corazón. El personaje eterno del actor vivía siempre en el mismo tipo de historias bobas. La comedia siempre muy física, cero sutil.
Si nunca viste Punch Drunk Love, ni la historia ni el tono de la película tienen nada que ver con ese molde que el cómico neoyorquino reutilizó hasta el desgaste. Es una especie de comedia romántica oscura llena de momentos incómodos, personajes desagradables y situaciones trágicas.
Curiosamente, el personaje de Sandler es muy similar al de sus otras películas, pero la interpretación que hace de él es diametralmente opuesta. Mucho más silenciosa y matizada. Mucho más poderosa.
Los amigos con los que había rentado la película me reprocharon por haberla elegido, creo que nadie estaba esperando lo que vimos. Pero yo sentí como que había descubierto algo, un tesoro.
Por ahí va también el caso de Jim Carrey, otro actor que inmediatamente me remite a la infancia con sus interpretaciones locuaces en The Mask (1994), Dumb and Dumber (1994), Liar, Liar (1997), etcétera. Su estilo muy diferente al de Adam Sandler, pero también con esa cualidad hiperbólica.
Oktay Ege Kozak hace una descripción muy certera en una pieza para Paste Magazine:
“Hay una energía subversiva en la comedia de Carrey, dispuesto a estirar la liga lo suficiente como para confundir a la audiencia sobre si está interpretando a un payaso descerebrado o a una figura trastornada y profundamente trágica.”
Porque claro. Detrás de un payaso descerebrado, casi siempre hay una figura trastornada y profundamente trágica.
Igual, me acuerdo perfecto cuando vi en el cine The Truman Show (1998), no sólo porque el concepto de la película era algo que yo había imaginado durante toda mi niñez acerca de mi vida, sino por ver a Jim Carrey haciendo algo totalmente diferente a aquello por lo que era conocido.
A pesar de todavía tener elementos físicos, su interpretación es moderada y melancólica. Apenas un preámbulo de lo que haría más adelante.
Carrey interpretó después al legendario Andy Kaufman en Man of the Moon (1999). Kaufman mismo era la encarnación del payaso triste. Un artista encasillado eternamente en su faceta cómica, pero atormentado y deseoso de mostrar una sustancia mayor a la que la audiencia esperaba —o quería— de él.
No sorprende entonces lo mucho que Jim Carrey se identifica con él. El documental de Netflix Jim & Andy (2017) relata la forma en la que Carrey se dejó poseer por el espíritu de Kaufman, exigiendo que le llamaran ‘Andy’ en el set, sin salir por un momento del personaje. El actor llevó su método al límite, provocando constantemente al director y a sus colegas al punto del fastidio.
Hay una parte del documental en la que Jim Carrey explica la frustración de Kaufman hacia el final de su era en la serie Taxi, en donde interpretaba a un bobalicón que hablaba chistoso y tenía su frase característica, la cual lo hacían repetir todo el tiempo.
Y cuando habla de ello, es evidente que no sólo está hablando acerca de Andy Kaufman. Está hablando acerca de sí mismo.
“Llega un punto, cuando logras ‘armarla en grande’, en el que vas a tener que soltar eso que creaste y tomar el riesgo de ser amado u odiado por quien realmente eres, o vas a tener que matar a quien realmente eres y cavar tu propia tumba aferrándote a un personaje que nunca fuiste.”
Tanto Adam Sandler como Jim Carrey siguieron explorando historias y roles fuera de la caja en la que alcanzaron el éxito y la fama. Carrey se graduó en Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004), en una mancuerna soñada con Charlie Kaufman y Michel Gondry. Sandler se robó el show con su protagónico en Uncut Gems (2019), un thriller emocionalmente sádico en el que se le ve, ahora sí, en un papel que nada tiene que ver con su personaje arquetípico. También ambos han vuelto a hacer papeles cómicos después de sus divergencias artísticas.
Creo saber ahora qué era eso especial que sentía cuando vi Punch Drunk Love o The Truman Show por primera vez. El tesoro que sentía haber descubierto.
Es la enseñanza de que es posible rebelarse contra las expectativas. Pero no sólo es posible sino que es necesario.
Como personas y sobre todo como creativos, no estamos obligados a interpretar un sólo papel en la vida. Podemos reinventarnos una y otra vez para encontrar nuestra verdadera voz.
Vale la pena tomar el riesgo de cambiar de rumbo y renunciar a aquello para lo que nos han dicho que somos buenos si eso nos ayuda a crecer y a explorar una gama más amplia de posibilidades.
El quién eres es algo fluido, no escrito en piedra. Cualquiera que sea la narrativa que tú y otros han construido alrededor de ti, puedes hacerla bolita y tirarla a la basura en cualquier momento.
Y si nos cachamos poniendo una cara al mundo pero sufriendo por dentro, podemos ponerle un alto a la puesta en escena y abandonar ese escenario. Tal vez por un tiempo, tal vez para siempre.
La pluma que escribe el guión está en nuestra mano.