Bored Ape Yacht Club o para qué sirve un NFT
El proyecto que trajo storytelling al mundo de los NFT cumple un año
A estas alturas, es muy probable que en algún momento hayas visto un Bored Ape, aun si no supiste exactamente qué era.
Y es que esta colección se convirtió en el buque insignia de los NFT. Ha penetrado en la cultura popular como ninguna otra y parece haber acaparado la conversación alrededor de preguntas como “¿para qué sirve un NFT?” o “¿qué se puede hacer con un NFT?”.
A mí me encanta la historia del Bored Ape Yacht Club (BAYC) por inverosímil e icónica. Pero también porque el proyecto, que está cumpliendo un año de vida, de verdad ha innovado y hecho historia, convirtiendo una tecnología naciente en un prospecto emocionante.
Voy a hacer una pausa aquí. No puedo explicar con detalle en este texto qué es un NFT o cómo funciona la tecnología blockchain, pero me imagino que habrá quien lea esto y no sepa mucho acerca del tema. Así que voy a hacer mi mejor esfuerzo por destilar una explicación muy elemental.
La tecnología blockchain permite generar bloques de información que son virtualmente infalsificables, gracias a que siguen una secuencia y se requiere una gran cantidad de energía para verificar esta secuencia en toda una red de nodos alrededor del mundo, conectados a través de la magia del Internet.
Esta tecnología ha recibido usos diversos, el más conocido de ellos es el Bitcoin y la multitud de criptomonedas que han surgido en la última década. El segundo uso más conocido son los NFT (del inglés Non-Fungible Token). Un NFT es, en esencia, un certificado de autenticidad para el mundo digital. Es decir, que así como tenemos escrituras para certificar que somos dueños de una casa, un NFT sirve para certificar que somos dueños de un activo digital. Esto no era posible antes del advenimiento de la tecnología blockchain, ya que cualquier otro método para verificar esta autenticidad era fácilmente falsificable.
Pero ¿qué tiene que ver todo esto con caricaturas de simios? Ahí vamos.
Desde que surgieron los NFT hace unos cinco o seis años, el arte fue uno de los usos más obvios. En el mundo del arte y los coleccionables, el concepto de proveniencia es muy importante y tiene que ver con comprobar la autenticidad de una obra o pieza.
El ejemplo clásico para ilustrar esta idea es el de la Mona Lisa/Gioconda. Alguien podría recrear esta obra icónica, pincelada por pincelada. Pero sin importar que el resultado sea una réplica idéntica, no es la Mona Lisa que Da Vinci pintó en el siglo 16 y por lo tanto no tiene el mismo valor. Ningún museo o particular pagaría por esta réplica lo que cuesta el cuadro original.
Más o menos aquí es donde empieza la confusión y la controversia. Una pintura real es… real. Fue creada una sola vez y solamente habrá una original, para siempre. Una ilustración digital puede ser guardada, reproducida y enviada una cantidad ilimitada de veces.
Ese es justo el “problema” que se pretende solucionar al asignar un NFT a estas ilustraciones digitales. Así, ese token no fungible —es decir, único o no intercambiable— queda inscrito en una cadena de bloques (blockchain) desde la cual ahora se puede rastrear su historial de propiedad.
Pongo “problema" entre comillas porque, siendo francos, no es un problema muy grande. Al menos no todavía. ¿A quién le importa que estemos seguros de quién es el “verdadero” dueño de un jpeg si todos podemos tener ese mismo jpeg en nuestras computadoras y teléfonos?
La respuesta es que muchos de los que han invertido en estos activos no los ven como simples imágenes. Los ven como avatares para un metaverso al estilo de Ready Player One. En una realidad así, en la que la gente tiene vidas paralelas en mundos virtuales, las posesiones digitales cobran un sentido muy distinto.
A ver, no es un futuro que me provoque mucha ilusión que digamos, pero sí creo que es un futuro más que posible. Y queda claro que la gente que le ha estado entrando a los NFT también lo piensa.
Y de la locura que se ha desatado en torno a ellos hay mucho que criticar —ya llegaré a eso—, pero hay una historia que me gustaría rescatar de esta vorágine.
Volvamos en el tiempo a la primavera de 2021. La venta de un NFT con cientos de ilustraciones de Beeple por un valor de 29 millones de dólares había provocado una explosión de interés (y codicia) por este nuevo oro.
Artistas digitales llegaban al espacio todos los días, convirtiendo sus obras en NFTs con la esperanza de ser remunerados por hacer lo que les gusta. Pero había una tendencia que estaba adquiriendo más fuerza que ninguna otra: la de las colecciones.
Las colecciones son series de NFT con un concepto unificador y un número limitado de tokens, normalmente de 5,000 a 10,000. Cada token viene con una ilustración única, cuyos rasgos modulares determinan qué tan rara o común es dentro de la colección misma.
Después de una preventa poco exitosa, Bored Ape Yacht Club salió a la venta al público con un precio de mint que rondaba los $250 USD. Los creadores eran Yuga Labs y fue una colaboración entre escritores, artistas y programadores. No eran expertos en el tema, pero tenían una idea.
El concepto detrás del BAYC era el de un club formado por inversionistas del sector cripto que se habían vuelto millonarios y ahora, aburridos con su dinero, pasaban el rato juntos y las cosas se empezaban a poner un poco locas.
Parece una premisa equis, pero combinada con una muy buena caracterización de los personajes y una estética nostálgica que recordaba a las caricaturas y videojuegos de los noventa, se convirtió a principios de mayo en el proyecto del cual todos en el espacio estaban hablando.
Ayudó, por supuesto, que algunos influencers de NFTs publicaron sus emisiones de Bored Apes. A partir de este punto, los tokens se terminaron y su precio comenzó a subir como la espuma.



Más adelante, en agosto, Yuga Labs envió a los propietarios de BAYC un suero, que podía ser vendido en el mercado secundario o utilizarse para mutar sus Bored Apes. Para hacer esto, había que ir a la página web, conectar la billetera digital, seleccionar el simio y el suero y dar clic en un botón que decía “beber”.
Al hacer esto, el simio se convertía en mutante, de manera que además del simio original —el cual se preservaba intacto en la billetera—, los miembros del club ahora también tenían una versión locuaz y radioactiva que se parecía un poco al original.



Esta movida trajo un nuevo nivel de interactividad y storytelling al concepto de los avatares NFT, hasta entonces estáticos. La imaginación de toda la industria se echó a volar. Y el valor de los simios siguió subiendo.
Además de estos regalos, Yuga Labs otorga los derechos comerciales de los Bored Apes a sus propietarios —algo que de hecho los separa de la mayoría de las colecciones de NFT—. Esto quiere decir que los dueños pueden ceder licencias para que sus simios sean utilizados comercialmente y ellos sean remunerados.
Y si no entiendes para qué sirven estos derechos es porque no has escuchado acerca de Jenkins, un simio cuyo dueño le hizo un perfil de Twitter a través del cual revelaba su backstory. Este miembro de BAYC consiguió que una agencia del mundo real firmara a Jenkins, quien ahora tiene un contrato para una biografía autorizada que está siendo escrita por Neil Strauss, autor de bestsellers del New York Times.
Y si crees que esto es absurdo, tal vez te dé vueltas la cabeza saber que Universal Music Group firmó a una banda conformada por tres Bored Apes y un Mutant Ape.
Otros beneficios que Yuga Labs ha diseñado para los miembros del club son: envíos de mercancía, acceso a un muro de grafiti virtual y servidores de Discord exclusivos, entrada a fiestas y festivales de música y arte.
En todo esto, BAYC ha innovado, transformando la idea de un NFT como un activo con valor puramente estético, a una membresía con usos y beneficios en el mundo real.
Tal vez por eso, los apes no han parado en su ascenso. A finales del año pasado, celebridades como Paris Hilton, Eminem, Neymar y Jimmy Fallon se hicieron de Bored Apes y los pusieron como imagen de perfil en sus redes.
En noviembre, BAYC apareció en la portada de la Rolling Stone. El artículo publicado, por cierto, relata una versión mucho más detallada de la historia del proyecto.
En diciembre, Adidas anunció una colaboración con BAYC, como parte de su estrategia para entrar a la fiebre del metaverso.
Hablando de eso, BAYC está actualmente desarrollando su propio metaverso, llamado Otherside y pensado para ser un mundo a la medida de los simios y mutantes, en donde puedan convivir y desarrollarse.
También este año lanzaron ApeCoin, una criptodivisa que será indispensable para hacer uso de todo el ecosistema. En los planes a futuro está incluso la creación de una blockchain exclusiva del BAYC.
A los NFT no les faltan detractores.
Una crítica que comparten con todos los criptoactivos es la cantidad de electricidad que se requiere para su generación, compra y venta. Y no es mentira, realmente es mucha.
Esta crítica tiene que matizarse, eso sí. Por un lado, la tecnología está en su infancia y ya se está trabajando para solucionar el problema de la manera más verde posible. Además, podría argumentarse que hay una cantidad de cosas aún más inútiles que los NFT que también consumen un montón de energía y generan emisiones de CO2, como tus fotos borrosas y repetidas en la nube.
También se habla de que, como el resto del mundo cripto, el espacio NFT es el Viejo Oeste, repleto de estafadores y sin leyes que protejan a los usuarios. Esta crítica también es legítima, son muy comunes los casos de phishing y demás engaños que se utilizan para robar activos y ante los cuales no hay mucho que se pueda hacer.
Tal vez la crítica más sólida es la que señala a los NFT como una aberración más del capitalismo. Y sí, la avaricia y la especulación se han apoderado de este rincón de la cultura, en donde abundan los proyectos mediocres y superficiales, sin utilidad alguna, creados con el único propósito de sacarle dinero a quienes llegan al espacio hambrientos por descubrir el próximo BAYC. Quienes llegan buscando el sueño NFTniano.
La explosión del BAYC no ayuda a mitigar esto. Al contrario, basta ver cuánto cuesta un simio de los baratitos hoy en día para entender las aspiraciones de los inversionistas novatos. Digamos que, si no tienes para pagar una casa de contado, no tienes para comprar un Bored Ape. Y los más caros se han vendido por cifras totalmente absurdas, como 3.4 millones de USD.
¿Me parece ridículo que se paguen esas cantidades por pertenecer a una comunidad o por tener acceso a cualquiera de sus beneficios? Por supuesto. No tiene ningún sentido.
Dicho eso, no puedo negar que me emocionan las posibilidades que el BAYC ha puesto sobre la mesa. Principalmente, la idea de que una pieza de arte sea más una conversación en desarrollo que un producto inmutable.
Imagina NFTs que envejecen o que cambian con el tiempo. Estas alteraciones podrían estar escritas en el código desde un inicio, o podrían revelarse con mecanismos similares al suero de BAYC. Comprar una obra de arte podría dejar de ser una relación estática, para convertirse en una interacción dinámica, en la cual el artista continúa contando una historia a lo largo del tiempo, en una forma similar a lo que ha hecho Kanye West al modificar sus álbumes después de publicarlos.
También está en desarrollo la integración de los NFT con la inteligencia artificial. Ser dueño de uno podría significar mucho más que coleccionar una pieza de arte. Podría equivaler a poseer un ente o un espacio vivo, con el cual se pudiera interactuar en el metaverso.
Todas estas ideas se sienten como una evolución en la historia del arte. Es por eso que no considero que los NFT sean el diablo, como algunos los quieren hacer ver. Prefiero esperar y ver qué sucede con ellos.
Lástima que se haya reducido a un símbolo de estatus social y un nido de bluffs, pero el Bored Ape Yacht Club siempre será el proyecto que dio origen a la idea de crear una comunidad de extraños afines alrededor del mundo a través del arte y el storytelling. Siempre será el proyecto que decidió experimentar con las cualidades interactivas del arte en una escala masiva.
Su mérito tiene.