Los tiktokers de historia vs el agonizante sistema educativo
¿El sistema educativo está volviéndose obsoleto? ¿Las generaciones futuras van a aprender sólo a través de pantallas?
TikTok es el diablo. Es algo que digo medio en broma, medio en serio.
Si has usado la app, seguramente sabes a qué me refiero. Cada aspecto de su diseño y su algoritmo está optimizado para capturar y mantener tu atención.
Puede ser muy entretenida, pero cualquier cosa que provoque ese nivel de enajenación merece ser tratada como dinamita inestable.
Los usuarios de smartphones más jóvenes parecen particularmente enchufados. Y son ellos, quienes han crecido en el mundo de las pantallas, los más vulnerables a sus efectos negativos. Con eso de que su atención sólo dura 8 segundos.
Pero decir que todo acerca de TikTok es malo sería engañoso. Hay contenido muy valioso que compite todos los días por la atención de los usuarios. Hay perfiles de ciencia súper interesantes. Otros de filosofía. Algunos de negocios, psicología, pedagogía, etcétera.
Hay un género en particular que me ha llamado mucho la atención. Tiktoks de historia.
Algunos canales dedicados a contar y explicar temas históricos me han puesto a pensar mucho acerca de cómo el sistema educativo está siendo rebasado en sus métodos. En cómo la tecnología evoluciona a tal velocidad que es imposible para una escuela, un plan de estudios, un profesor, igualar el dinamismo y la eficacia de un tiktok para despertar interés y comunicar ideas.
¿Será que este tipo de contenidos puedan redimir y balancear el lado oscuro de TikTok? ¿Qué le podrían copiar los maestros de historia a estos creadores? ¿El sistema educativo está volviéndose obsoleto? ¿Las generaciones futuras van a aprender sólo a través de pantallas?
Vamos a buscarle respuestas a estas preguntas.
Tal vez la primera cuenta de historia con la que me topé es Historia para Tontos. TK, como se hace llamar el creador detrás del perfil, empezó a hacer contenido copiando una idea que vio en la misma plataforma. Un creador usaba un filtro para poner ojos y boca a los países de un mapa y simulaba así conversaciones entre ellos.
Este sencillo método le permite explicar todo tipo de situaciones históricas e interacciones geopolíticas haciendo uso de una poderosa arma: el humor.
Después de un año y medio de hacer videos, esta cuenta tiene 6.4 millones de seguidores, un indicador inequívoco de la enorme audiencia que hay para este tipo de contenido.
En los comentarios de sus videos seguido puedes encontrar confesiones tipo “aprendo más aquí que en toda la primaria y secundaria”. Y aunque estos comentarios se hacen en tono de broma, lo más probable es que haya mucha verdad en ellos.
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Usando el mismo filtro de los ojos y la boca, Tiocardef es otra cuenta que le ha dado un toque muy particular a los videos de historia. Una diferencia importante con Historia para Tontos es que, en vez de jugar a que los países hablan, tiocardef usa el filtro para simular conversaciones entre personajes históricos.
El genio detrás de este canal utiliza todo tipo de jerga, albures, leperadas, doblesentidos y juegos de palabras para ilustrar los episodios históricos a los que se refiere. La misma línea irreverente, pero corregida y aumentada.
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Haciendo a un lado el impresionante artificio de la palabra, los videos de tiocardef cumplen con la misión de ilustrar los conflictos que se encuentran en el centro de cada suceso histórico. La importancia de esto es enorme. Porque la historia, como se enseña en las aulas, suele ser percibida como una materia aburrida. Y este cambio en la forma de presentar las temáticas permite que se acceda más rápidamente a la parte fascinante de la historia. A los dilemas, las motivaciones, los enfrentamientos y las luchas que la conforman, cosas con las que cualquiera puede identificarse porque son parte de la naturaleza humana.
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Con un tono completamente distinto pero igual de subversivo, Jeremy Shepherd reparte verdades incómodas desde su cuenta Wokkawokkawokka. Conocido sobre todo por sus series Gringoman y Propaganda Gringa Falsa que Aprendí en la Escuela, este gringo expatriado en México desnuda la mitología de la historia oficial estadounidense un video a la vez.
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Y es que si algo tiene la historia que aprendemos en la escuela es que suele ser una versión oficialista, poco crítica, tendenciosa. Cada sistema educativo es cuidadoso con la narrativa que transmite y todos suelen privilegiar el nacionalismo por encima de la verdad y los hechos.
Liberados de las restricciones del currículo académico oficial, los profesores de historia de las redes sociales pueden hablar de todas esas verdades, tan incómodas como necesarias para entender realmente el mundo.
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Cuando era niño, en la escuela nos enseñaban que la ciudad de Tenochtitlan fue fundada cuando los mexicas vieron un águila parada en un nopal devorando una serpiente, justo la señal que sus dioses les habían indicado. No se nos enseñaba como una pieza de la mitología mexica, sino como un hecho real, factual. Se nos decía que así tal cual sucedió.
Ya de grande, me enteré que aquella era sólo una historia inventada por los mismos mexicas —y que ni siquiera incluía la parte de la serpiente—. Resulta que el pantano en donde se fundó la ciudad era un área que nadie quería y el único sitio de donde no corrieron a los mexicas, que anduvieron deambulando por el Altiplano por mucho tiempo.
Y me di cuenta de que así como ellos habían construido esa historia para darle un poco más de caché a sus orígenes, el sistema educativo en México la volvía a utilizar con fines similares.
Ignoro si aún se enseña esta historia de la misma manera, pero no me sorprendería que así fuera. Porque modificar las narrativas y versiones oficiales en un sistema educativo es un proceso tardado y complicado. El solo hecho de que haya un gobierno a cargo de curar estas narrativas ya significa que hay una agenda detrás.
Menciono todo esto porque me da la impresión de que la evolución de la tecnología está llevando a los sistemas educativos tradicionales a la obsolescencia.
Con toda la información existente al alcance de una búsqueda de Google, podemos tener una versión de la historia actualizada y nutrida por fuentes de todo el mundo. En otras palabras, fácilmente podemos enterarnos de las versiones y los detalles que nuestros gobiernos no incluyen en sus programas.
Así como Jeremy de Wokkawokkawokka pudo trascender la propaganda que le alimentaban en la escuela, cualquier persona en cualquier parte del mundo puede hacer lo mismo.
Además, no hay manera de que una clase de historia típica compita con el dinamismo, el uso del humor, y el valor de entretenimiento de estos videos de TikTok (y de muchos otros en plataformas como YouTube).
Y está interesante el fenómeno. Porque ¿qué podrían aprender los sistemas educativos tradicionales de los videos educativos de TikTok? Mucho. Es más, podría ser la pauta para repensar por completo la manera en la que se enseña esta y muchas otras materias.
Por ejemplo, algo que está presente en todas las cuentas que he mencionado es el factor storytelling. Parecería obvio que, dada la naturaleza de la materia, el storytelling sería la principal fuerza detrás de toda clase de historia. Pero la realidad es que muchas clases se asemejan más a una acartonada presentación de diapositivas con fechas, líneas del tiempo y nombres. Imagina que las clases de historia siempre incluyeran conflictos, arcos dramáticos, suspenso, personajes con motivaciones complejas, dilemas morales, catarsis. Imagina que sólo fueran impartidas por narradores talentosos, entrenados para comunicar. Tal vez no sería necesario que los profesores utilizaran el lenguaje florido de Tiocardef, pero sí sería necesario que supieran contar una buena historia.
También harían bien en renunciar a las narrativas oficiales y obligatorias. Entender que en el mundo actual cualquiera con un teléfono o una computadora puede investigar y desmentirlas. Que más vale generar credibilidad y formar ciudadanos críticos que proteger el prestigio nacional o un conjunto específico de valores.
Otro aspecto a copiar es el diálogo que se genera en las secciones de comentarios de estos videos, en donde todos pueden participar y en donde incluso en ocasiones se hacen correcciones a la información que los creadores de contenido presentan. En una clase típica, el maestro expone y si acaso hay una sesión de preguntas al final, pero ¿qué pasaría si cada clase fuera un diálogo socrático en el que el expositor presenta puntos concisos y los demás aportan otros puntos de vista a la conversación?
Dicho todo esto, creo que es importante reconocer que los tiktoks no pueden sustituir por completo a la educación formal. Si acaso, son muy buenos para encender la chispa del interés por un tema o a manera de introducción o resumen. No se puede alcanzar la profundidad necesaria en un video de un par de minutos y no se puede reemplazar la experiencia de discutirlos de manera presencial, con los matices que brinda la interacción humana.
También hay por ahí un tema medio perturbador en pensar que las nuevas generaciones son incapaces de prestar su atención durante una clase o ponencia completa. Sin duda, tendríamos que encontrar la manera de rescatar las virtudes de la cátedra y combatir la tendencia a que toda información que se consuma tenga que tener, forzosamente, un formato corto, rápido y frenético.
Por más que los videos cortos estén llevándose de calle a los profesores en la tarea de transmitir aprendizaje, no alcanzan para sustituir al sistema educativo. Creo que, en todo caso, el sistema tiene que ponerse a la altura de las circunstancias y evolucionar. Asimilar la lección que los tiktoks están enseñando: que aprender es divertido. E incorporar esta noción al proceso de construcción y desarrollo de currículos.
En lo que eso sucede, TikTok tiene el potencial de distinguirse de otras plataformas y convertirse en una poderosa herramienta de aprendizaje. Y parecen haberlo entendido. La iniciativa #LearnOnTikTok y un fondo de $50 millones de usd para apoyar a este tipo de creadores son señales de que esta faceta de la red social puede crecer y convertirse en uno de sus principales casos de uso.
Sería un desenlace prometedor y el mejor uso posible para su diabólico algoritmo.